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LA DOCTORA RESPONDE

¿Cómo podemos regular los estrógenos?

Los estrógenos (hormonas presentes tanto en hombres como en mujeres) son propias del cuerpo humano, sin embargo un exceso de éstas suponen un riesgo aumentado de sufrir de procesos neoplásicos (cancerígenos) hormonodependientes.


El cáncer de mama, ha aumentado, de forma excepcional, de incidencia en los últimos años, concretamente un 20% en todo el mundo, (se considera que una de cada 8 mujeres sufrirá entre los 40 y los 60 años de vida) y la mayoría de los diagnósticos (un 70%) muestran receptores hormonales positivos (significa que las células cancerígenas que forman la lesión crecen por estímulo hormonal del estrógeno).
 

Evitar un exceso de esta hormona previene el riesgo de cáncer de mama hormonodependiente.


Se puede reducir el riesgo de cáncer hormonodependiente introduciendo cambios en nuestros hábitos de vida.
 

Elementos importantes a eliminar/disminuir de nuestras vidas:
 

Xenoestrógenos o disruptores endocrinológicos:  Son agentes químicos de origen artificial que ingerimos en los alimentos y con el agua, o nos llegan a través de los cométicos que utilizamos o los plásticos que nos rodean. Todos los xenoestrógenos y disruptores endocrinológicos pueden aumentar el riesgo de cáncer de mama porque imitan o bloquean o alteran las acciones de las hormonas naturales como los estrógenos o la progesterona, muchos de ellos aparte son obesogénicos (aumentan el riesgo de obesidad).


Dioxinas: Son producidas por incineradoras o centrales térmicas, se acumulan sobre la grasa de los animales y en los productos lácteos.
 

Bisfenol A: Se encuentran en los plásticos y en los productos de higiene y cosmética (los ftalacs a menudo forman parte de los aromas), en latas de conserva, y en la ropa de poliéster.


ParabenosSon conservantes muy usados en la higiene y la cosmética.


Parafinas: Son ingredientes cosméticos derivados del petróleo.


Pesticidas: Sus residuos están en los alimentos.


Elementos a potenciar para protegernos:


Evitar el sedentarismo: Realizar actividad física de forma regular, sobre todo en forma de fuerza muscular mínimo 3 días a la semana, disminuye la inflamación corporal y evita la acumulación de grasa periférica que se puede transformar en estrógeno. Está demostrado que las mujeres que practican mínimo 4 días a la semana actividad física de fuerza muscular reduzcan el riesgo entre un 30 y un 40%.


Potenciar la capacidad del cuerpo al regular la producción y eliminación de estrógenos:
El cuerpo tiene la capacidad de eliminar mediante la depuración hepática el exceso de estrógenos, este proceso de detoxificación se ve favorecido si el paciente toma suplemento de vitaminas del grupo b, inocitol y metionina.

 

La microbiota intestinal y los estrógenos: Tener una potente y diversa microbiota intestinal favorece la inmunidad que se encarga de fagocitar (destruir) las células precancerígenas.


Modular estrés y sueño: No es posible una vida saludable sin descanso, la melatonina (hormona que induce y mantiene el sueño) protege del cáncer de mama. El exceso de estrés que se determina hormonalmente con exceso de cortisol debilita al sistema inmunitario, en estados de estrés es menos hábil para detectar células precancerígenas.

¿Qué es la tiroiditis de Hashimoto (HT)?

La tiroiditis de Hashimoto (HT) es la enfermedad autoinmune más frecuente y la principal causa de hipotiroidismo, en la que se produce un daño en la glándula tiroides debido a la infiltración de linfocitos.Se caracteriza por aumentar los niveles de anticuerpos contra la peroxidasa tiroidea y la tiroglobulina.

Muchos pacientes con HT, incluso en estado eutiroides, tienen un exceso de peso corporal, trastornos metabólicos y una calidad de vida reducida.

 

Debido a las frecuentes deficiencias nutricionales concomitantes, actualmente se debate el papel de la vitamina D, el yodo, el selenio, el magnesio, el hierro y la vitamina B12. Varios estudios han subrayado los beneficios de la suplementación de vitamina D y selenio. 

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Oxitocina, Dopamina y Serotonina, ¿qué papel juegan en el enamoramiento?

La oxitocina, la serotonina y la dopamina tienen mucho que ver con sensibilizar placer, y es que la neuroquímica juega un papel fundamental en las emociones, las neurohormonas dirigen nuestros movimientos en busca del bienestar.

 

Cuando nos enamoramos, hacemos ejercicio, practicamos actividades físicas que nos gustan, o nos exponemos a riesgos o retos... todos experimentamos sensaciones intensas y placenteras.

 

Queda muy claro en el enamoramiento, se genera un aura de: sentimiento intenso de alegría y felicidad, emociones a flor de piel, aumento de la energía, un deseo constante de estar al lado de esa persona, mariposas en estómago, pérdida del apetito... Y es que nuestro cerebro e intestino liberan dopamina, serotonina y oxitocina, que son las encargadas de que nos sintamos así.

 

La dopamina es este componente químico que nos "enciende" y que hace que nuestro corazón late con más fuerza. Está relacionado principalmente con el deseo y el placer, es la culpable de que nos “peguemos” a esta persona especial y que deseamos tener contacto físico y estar todo el rato con ella.

 

Por su parte, la oxitocina, también conocida como “la hormona del amor”, es la encargada de conectarnos con los demás y hacer que vivamos ese amor romántico e intenso. Además, actúa como gran desinhibidor cuando sentimos esa pasión desenfrenada: ella es la responsable de que arriesguemos y nos lanzamos en una relación.

 

La serotonina, conocida como neurotransmisor de la felicidad, actúa fundamentalmente sobre nuestras emociones y nuestro estado de ánimo. Cuando experimentamos felicidad y emociones de amor, los niveles de serotonina se disparan.

 

Mediante una analítica endocrinológica integrativa completa, se puede optimizar el nivel de estos neurotransmisores. Para poder optimizar la producción propia de estas neurohormonas necesitamos que nuestros hábitos de vida y microbiota intestinal estén perfectamente equilibrados en nuestro estado de salud hormonal.

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¿Cómo mejorar la resistencia a la insulina?

La resistencia a la insulina, muy presente en nuestra sociedad, es la causa desencadenante de la mayoría de casos de obesidad y diabetes (definida como la pandemia de nuestro siglo).


Es frecuente ver a muchas personas que tienen un abdomen grande, éste es un criterio diagnóstico de la enfermedad, la presencia de grasa acumulada es habitualmente un signo indicador de resistencia a la insulina.

La resistencia a la insulina es la consecuencia de una alteración en los receptores corporales de la insulina, que están situados por todo el cuerpo, pero sobre todo en el músculo, el tejido adiposo y el hígado. Esta alteración provoca que no responda de forma correcta a la insulina que circula en sangre y se dificulta la entrada de glucosa en las células, produciendo un aumento persistente de glucosa en sangre, provocando primero prediabetes y posteriormente diabetes.

Al mismo tiempo la acumulación de insulina en sangre es un gran estímulo para aumentar la grasa en la zona de la cintura, la insulina es una potente hormona de engorde cuando se encuentra en exceso. Este tipo de situación se llama: diabetes obesogénica, porque combina la diabetes y la obesidad, es muy frecuente, según el estudio publicado en el prestigiosoBritish Medical Journalen enero de 2023, en tres décadas ha aumentado un 60% la incidencia de la diabetes secundaria en resistencia a la insulina en nuestra sociedad.

Es necesario realizar una valoración endocrinológica integrativa, amplia que incluya los motivos genéticos, las causas desencadenantes, los factores de riesgo actuales y los previsibles en un futuro próximo, es necesario planificar un tratamiento multidisciplinar integrativo realista de acuerdo con la situación de cada persona.

Las actitudes más favorables para mejorar la resistencia a la insulina son las siguientes:

1. Normalizar los valores analíticos hormonales que inducen o favorecen la resistencia a la insulina: exceso de cortisol, déficits vitamínicos como el de la vitamina d3 (muy frecuente), normalización del panel tiroidal.

2. Diseñar un proyecto nutricional acorde con los objetivos terapéuticos con objetivo a largo plazo, no sólo pensando en la normalización del peso, sino en el mantenimiento de la masa muscular y del mantenimiento del perímetro de cintura.

3. Incorporar el actividad física como hábito de vida, habitualmente en forma de trabajo de fuerza muscular combinado con ejercicio de resistencia.

4. Evaluar el estado micronutricional del paciente, el nivel de toxicidad en forma de metal pesado y de disruptores endocrinológicos, a fin de favorecer la sensibilidad a la insulina. Este punto es necesario valorarlo en saliva, en cabello o en orina, en cada caso el médico especialista determinará la vía de determinación más adecuada.

5. Equilibrar la microbiota intestinal, mediante el equilibrio de los puntos anteriores y en la determinación de estudios de flora intestinal.

Los metales pesados, tóxicos presentes en nuestro cuerpo, ¿cómo podemos eliminarlos? 

La resistencia a la insulina, muy presente en nuestra sociedad, es la causa desencadenante de la mayoría de casos de obesidad y diabetes (definida como la pandemia de nuestro siglo).


Es frecuente ver a muchas personas que tienen un abdomen grande, éste es un criterio diagnóstico de la enfermedad, la presencia de grasa acumulada es habitualmente un signo indicador de resistencia a la insulina.

La resistencia a la insulina es la consecuencia de una alteración en los receptores corporales de la insulina, que están situados por todo el cuerpo, pero sobre todo en el músculo, el tejido adiposo y el hígado. Esta alteración provoca que no responda de forma correcta a la insulina que circula en sangre y se dificulta la entrada de glucosa en las células, produciendo un aumento persistente de glucosa en sangre, provocando primero prediabetes y posteriormente diabetes.

Al mismo tiempo la acumulación de insulina en sangre es un gran estímulo para aumentar la grasa en la zona de la cintura, la insulina es una potente hormona de engorde cuando se encuentra en exceso. Este tipo de situación se llama: diabetes obesogénica, porque combina la diabetes y la obesidad, es muy frecuente, según el estudio publicado en el prestigiosoBritish Medical Journalen enero de 2023, en tres décadas ha aumentado un 60% la incidencia de la diabetes secundaria en resistencia a la insulina en nuestra sociedad.

Es necesario realizar una valoración endocrinológica integrativa, amplia que incluya los motivos genéticos, las causas desencadenantes, los factores de riesgo actuales y los previsibles en un futuro próximo, es necesario planificar un tratamiento multidisciplinar integrativo realista de acuerdo con la situación de cada persona.

Las actitudes más favorables para mejorar la resistencia a la insulina son las siguientes:

1. Normalizar los valores analíticos hormonales que inducen o favorecen la resistencia a la insulina: exceso de cortisol, déficits vitamínicos como el de la vitamina d3 (muy frecuente), normalización del panel tiroidal.

2. Diseñar un proyecto nutricional acorde con los objetivos terapéuticos con objetivo a largo plazo, no sólo pensando en la normalización del peso, sino en el mantenimiento de la masa muscular y del mantenimiento del perímetro de cintura.

3. Incorporar el actividad física como hábito de vida, habitualmente en forma de trabajo de fuerza muscular combinado con ejercicio de resistencia.

4. Evaluar el estado micronutricional del paciente, el nivel de toxicidad en forma de metal pesado y de disruptores endocrinológicos, a fin de favorecer la sensibilidad a la insulina. Este punto es necesario valorarlo en saliva, en cabello o en orina, en cada caso el médico especialista determinará la vía de determinación más adecuada.

5. Equilibrar la microbiota intestinal, mediante el equilibrio de los puntos anteriores y en la determinación de estudios de flora intestinal.

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